Monday, November 15, 2010

No comas el pollo verde.


In October, once I had moved into my apartment and gotten settled into my position at work, I started exploring the city with my roommate, Devon. One Sunday we took a walk through El Parque del Oeste, just a few blocks from our apartment. Another Sunday we went to an English-speaking church, a twenty minute walk away from the Arturo Soria Metro station.

I absolutely loved the church. It was such a melting pot of people from different countries and backgrounds. The worship music was phenomenal with a mix of traditional hymns and contemporary songs. There was a piano, guitars, and a saxophone. I particularly enjoyed the rhythm section composed of three African men on bongos.

On the way back to the Metro, it started to rain. Having left our umbrellas at home, Devon and I decided to stop into a little café for coffee and brunch. I absolutely love the café con leche here in Spain. They serve one part espresso with about three parts scalded milk. Azúcar, or sugar, comes on the side.

After ordering our coffees, I took a look at the menu. One traditional and very common food here is tortilla española, or Spanish tortilla. It’s very similar to the concept of my Dad’s ‘Hillbilly’s’. On Saturday mornings or on Sundays after Church, he sautés wedges of potato with scrambled eggs and adds whatever leftover meat and vegetables are sitting in the fridge. Though ‘Hillbilly’s’ have never been my favorite meal, I appreciate the way no ‘Hillbilly’ creation is ever the same, highlighting my Dad’s inventiveness and culinary prowess. Anyway, a tortilla española is essentially a Hillbilly in omelet form; sliced potato and sometimes meat and vegetables are baked into a very thick layer of wisked eggs.

On the menu at this café, I found three types of tortilla española. It was listed plain, with salsa, and with callos. I didn’t want to have it plain and I don’t like salsa. So, I decided I’d try the tortilla española con callos. I didn´t know what callos was, but I figured it would be an interesting twist on the traditional dish.

What came out of the kitchen was a pan of tortilla española covered by bits of mystery meat in a sizzling-hot reddish-orange sauce. Devon laughed and told me it was intestine. Swept up by my fearless decision to try something new, I told her it couldn’t be and took a few bites.

Devon waved over our waiter and asked what type of meat it was. He responded, “Es de vaca.” (It’s from cow.) I shouldn’t have asked what part. He answered with a word I hadn’t heard before. He motioned to his stomach. I could have lived my life without knowing I’d just eaten cow guts.

My Spanish lesson of the day: callos means cow entrails, or tripe.

One of my Dad’s favorite things to say in Spanish is “No comas el pollo verde.” (Don’t eat the green chicken.) I’d like to insert my own little piece of advice: No comas algo si no sabes lo que es. (Don’t eat anything unless you know what it is!)

Tuesday, November 2, 2010

Murcia y Cartagena: Mi primera vista del Mediterráneo


El viaje de cuatro horas de autobús a Murcia no parecía muy largo. Durante todo el tiempo, Devon y yo charlábamos y bromeábamos, llegando a conocernos. Era el primero de muchos viajes en autobús , lo habíamos cogido en la estación de Méndez Álvaro, la Estación Sur de Autobuses de Madrid.

Íbamos a reunirnos con un amigo, se llama Caleb, trabajaba como auxiliar de conversación en Murcia. Cuando lleguamos a la estación en Murcia era medianoche, fuimos recibidas por Caleb. El tenía una copa de vino tinto en la mano, y una chica en cada brazo.

Caminamos hasta su apartamento. Caleb nos sirvió las sobras de su cena. Las dos amigas de Caleb se fueron y nos mostró donde dormiríamos (en su habitación en dos camas). Caleb dormiría en el sofá, ¡que caballeroso!

Al día siguiente, cogimos un bus a Cartagena, a una hora de Murcia. Cartagena es una ciudad muy pequeña situado junto al Mediterráneo. Paseamos por el paseo marítimo del puerto. Aquel día, el sol brillaba y había palmeras a lo largo del paseo. Aunque era otoño, parecía más como el verano. Sentía el suelo de Madera caliente bajo mis sandalias.

Hicimos un picnic con vino y fruta en el campo bajo el sol, respirando el aire del Mediterráneo. Vimos las ruinas de un teatro romano. Fueron descubiertas en 1988 y se piensa que el teatro fue construido en tiempos del Emperador Augustus. El teatro (ahora reconstruido) es uno de los más grandes y ricos de toda la Hispania romana.

En el último día en Murcia, fuimos a una plaza donde se veía La Catedral de Santa María, más conocida como Catedral de Murcia. Jaime I el Conquistador tomó la ciudad de Murcia en 1266 tras sofocar la sublevación islámica. El monarca la consagró a la Virgen María pues tenía por costumbre ofrecer una misa a Nuestra Señora siempre que conquistaba una villa. El edificio de la mezquita fue dedicado al culto cristiano desde ese momento y no fue convertido en Catedral hasta 1291.

Aunque no entramos en la Catedral, aprendimos que en la Capilla Mayor se encuentra la urna sepulcral que contiene el corazón y las entrañas de Alfonso X el Sabio. La mayoría de las catedrales europeas tienen una capilla mayor con los cuerpos enterrados, los huesos, y otros restos de líderes políticos y religiosos. A mí me parece muy extraño y espantoso.

El viaje en autobús de regreso a Madrid fue durante el día. Vimos las sierras donde se concentran una de las mayores biodiversidades botánicas de la península ibérica. Finalmente en Madrid, viajando en el metro, sentí por primera vez que nuestro piso en la Calle de Torija era mi hogar.